Te fuiste y el cielo se llenó de lágrimas

El viento de la ciudad me hace recordar que una parte de mí se fue. Las calles húmedas me traen recuerdos de momentos que no volverán. Ya no estás conmigo.
Las noches son mucho más largas desde que te marchaste. La luna llora ante tu ausencia eterna.
Sé que desde allá me mirás, pero no es lo mismo si no puedo escucharte.
Nos dejaste cuando yo era muy chico para entender por qué te ibas. Para entender que ya no volverías.
Me hacías tan feliz cuando llegabas a casa desde tan lejos, desde ese país hermano pero distante. Las risas invadían todo. Mi corazón se aceleraba cuando sacabas de esa valija enorme regalos exóticos y coloridos. Demostraciones físicas de tu cariño. Las noches de espirales y televisión al aire libre siguen nítidas en mi memoria. Imágenes cargadas de nostalgia.
Tu voz nos hipnotizaba. Tu mente, rápida e ingeniosa, nos divertía y nos asombraba a cada segundo.
Me hubiera encantado poder disfrutarte más tiempo. Me hubiera maravillado haberte conocido más. Me encantaria volver a abrazarte otra vez.
No me olvido de la promesa que me hiciste en mi infancia. Recuerdo cuando dijiste que el día que yo fuera a tu casa, aquella que está cruzando las montañas, íbamos a comprar "un pancho y una gaseosa". Todavía guardo el dinero de tu país que me diste ese día. Sé que vamos a cumplir esa promesa.
Para mi memoria, en esos días que estuviste en el hospital, dormido, jamás salió el sol. La noche duró hasta que con la luz de tu alma iluminaste el cielo. No derramé ni una lágrima, porque sé que una parte de mi alma se fue con vos. Y sé que la estás cuidando más que a nada.
Los segundos pasan y te necesito más y más.
Despertá. Volvé a pisar mi hogar.
Te extraño mucho. Necesito que me enseñes a escribir como vos lo hacías. Necesito que el poeta vuelva a estar junto a mí...

Dedicado a Ramón Orlando Aguilar