4 de noviembre de 2010

Corcho

Los ojos de Corcho se abrieron perezosamente cuando un auto pasó a escasos metros del lugar donde dormía.
El sol todavía no salió. De todos modos, él no dormirá más esta noche.
Su pelaje no es suficiente para abrigarlo. Todo su pequeño cuerpo tiembla incesantemente.
Otra madrugada en la calle. Pronto pasará el hombre de ojos marrones. Luego, la chica de andar rápido, acompañada de su madre. La gente va y viene, sin notar la soledad que da vueltas a su alrededor.
Un colectivo se detiene y alguien baja por la puerta delantera. Ni siquiera dedica una mirada al animal. Corcho tiene frío. Corcho tiene miedo. Conoce a todos los que pasan por esa parada de colectivos; escucha sus conversaciones, reconoce sus voces. Ellos ni siquiera saben su nombre. Muchas noches llora, desesperado por escuchar su nombre saliendo de su hocico. Corcho. Corcho. Sólo escucha gemidos y sollozos.
Hace dos días que no come. La sed lo atormenta otra vez. Deberá conformarse con agua podrida.
Una lágrima corre por su pelo, brillando ante los primeros destellos del sol. Ese sol que evapora la poca agua que dispone. Ahí viene: Es el hombre de ojos marrones. Si Corcho pudiera hablar, le diría: "Por favor, quereme, cuidame. tal vez sea un simple perro callejero sin raza, pero mi corazón siente y sufre como el tuyo. Quiero que me des un poquito de cariño. Quiero jugar contigo. Quiero cuidarte. Estoy solo en esta ciudad tan grande..."
Esta mañana vi a un viejo siberiano acostado en la vereda. Su mirada, triste y bicolor, se cruzó con la mía. En ese instante me dí cuenta de la cantidad de mascotas sin dueño que sufren en las calles de mi ciudad. Están todo el día mirando gente pasar, esperando a aquél que por fin lo lleve a su casa y le haga un lugar en su corazón. La esperanza de un animalito es eterna. Su desilusión también.
¿Por qué los perros no tienen dueño? Nacieron para amar, para cuidar incondicionalmente a una persona simplemente a cambio de cariño. Sufren como nosotros. Quizás más.
Amigos míos, fieles lectores, sé que después de leer esto no volverán a ver a un perro de la misma manera. Sé que a donde vayan, va a haber un Corcho que espere ansiosamente a su alma protectora. Acérquense a ellos. Pregúntenles su nombre. Ese pequeño animal indefenso estará agradecido eternamente.
No lo olvidés. Cada gota de lluvia que moja  tu ventana, es un corazón de animal que está herido y busca esperanzado tu comprensión...
Corcho puede estar en cualquier vereda. En cualquier rincón de esta ciudad oscura. Corcho tiene miedo de los autos que pasan. Corcho espera por vos...
Desde estas lejanas playas mentales, Maty Presidente

2 comentarios:

  1. hola!!!soy tamara..la verdad que me llego al alma lo que escribiste..es muy triste y muy cierto..te felicito!!!!

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  2. es demasiado triste lo que dice..:(:(:( derrame unas lagrimas, es muy sentimental y lamentablemente cuenta el mundo de hoy..
    sigan escribiendo asi..que van a llegar muy lejos..excelentes escritores, pareja perfecta.
    me hacen acordar a estephen king y su esposa..jajaja grosos totales..
    LUCAS.

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