Su barco había naufragado.
Esa noche, solo y olvidado,
elevó sus ojos al cielo estrellado
y al ver la Luna quedó embelesado
«Luna hermosa», imploró,
«Ilumíname con tu tez pálida,
Ilumíname, hija del Sol,
dame tu sonrisa más cálida...
Envuélveme en tus brazos transparentes...»