Te extraño amiga

Mirando las estrellas me doy cuenta de que ellas están ahí todas las noches, vigilando nuestras angustias y pesares vespertinos. Ellas son testigos de nuestra vida, de nuestros amores, de nuestras peleas.
Esta noche estoy muy triste. Una gran amiga está lejos de mí y de mi corazón, ahuyentada por mi propia brusquedad y torpeza.
Son demasiados sentimientos hirviendo en el centro de mi pecho. Sentimientos que no tienen piedad por mí.
No puedo seguir así. Ella es demasiado importante para mí. Extraño su voz dirigiéndose a mí, sus charlas, sus consejos, su perfume, su dulzura. No sé cuánto más podré mantener mi decisión de alejarme.
Los párrafos cortos evidencian a mi corazón retraído en su propia tristeza.
Es un error este enojo. Mis padres la quieren muchísimo, y sus insinuaciones sumergen más a mi pobre alma. Bajo un atardecer estrellado, mi papá, aquél que jamás se intrometió en mis asuntos sociales, me dijo: “Esa chica se merece de vos la amistad más sincera”. ¿Cómo sostener mi postura ante tal argumento? ¿Cómo poner distancia con alguien por algo que ya se perdió en el camino, algo que a cada segundo que pasa me parece más insignificante? El orgullo que me excluye de ella está cada vez más débil, más ausente.
Quisiera saber qué hay dentro de su corazón. Quisiera saber si, aunque sea en un pequeñísimo rincón, yo sigo ahí.
Ella está en el mío.
Me disfrazo de risas y de alegría sólo para ocultar los desconsuelos y las lágrimas. Los días jamás fueron tan tristes. Las noches jamás fueron tan largas.
Lo que más me deprime y me tortura es saber que es mi culpa, mi culpa, mi culpa. Depende de mí la reconciliación. Cómo quisiera perder el miedo y la falsa vanidad que me impone la vergüenza para correr a sus brazos y sentirla cerca una vez más.
Escribir libera un poco a mi mente. Sólo el papel es mi confidente. Sólo la tinta azul sabe escuchar y comprender sin juzgar y sin recriminar. Estoy solo.
Solo.
Quisiera que estés conmigo.

Desde aquí, desde adentro mío, Maty Presidente.