20 de diciembre de 2010

Su andén quedó vacío

Antes que nada, les ruego a ustedes, amigos míos, que me disculpen por escribir una reflexión sobre un tema que ya traté anteriormente. Soy consciente de esto, pero si no le dedico un tiempo a esto mi remordimiento me mataría.
Comenzaré por relatar el hecho.
Una noche sin nubes se desarrollaba sobre mí, con todo su esplendor. Yo, por un motivo que ya no me acuerdo, tenía que subirme a un tren, para bajar en una estación que olvidé.
Media hora de viaje solitario me facilitaron el ingreso al mundo de la fantasía. El tiempo, que transcurría sin que yo pudiera hacer otra cosa más que esperar, me traía miles de pensamientos fugaces que florecían incandescentes ante la ensoñación que me generaba el viaje.
La penumbra reinaba, envolviendo los vagones del tren.
El vehículo llegó a una estación. Una decena de personas entraron, abnubilados por la rutina.
Un pequeño animal, que no llegaba a mis rodillas, entró también. Confundido. Curioso.
Las puertas se cerraron y el tren siguió su travesía, cortando las sombras de la noche. Fue entonces que el perro comprendió su situación. Hizo gestos de querer salir, desesperado. Gestos que pude observar sin poder hacer nada.
Cinco minutos después, el transporte llegaba a otra de las tantas estaciones en que está divido el viaje. El pequeño perro bajó, vacilando. Ese no era su lugar en el mundo.
Mi viaje continuó, pero mi mente se quedó clavada en esa situación.
Tal vez el pequeño animal vivió toda su vida en el andén, aprendiendo los ruidos, las personas que todos los días veía y los trenes que llegaban y se iban. Esperando a un dueño que nunca llegaría.
¿Cómo se sentiría al perderse en algún lugar que no conocía? Toda su vida se había perdido en el exacto momento es que las puertas del vagón se cerraron tras él.
No tendría forma de volver a su hogar. Cuando el tren partió, miré por la ventanilla y vi la expresión en los ojos del perro. Soledad. Miedo. Nostalgia.
Un nombre volvió a resonar en mi cerebro: Corcho... Corcho...
Mi viaje terminó bien, sin embargo, no puedo dejar de preguntarme: ¿Habrá vuelto a su andén...?

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