Gabriel: ¡Centro! ¡¡¡Centro!!!
(Le tiran el centro.
Salta a cabecear y se golpea con otro futbolista. Se desmaya)
Gabriel [pensando]: Mi cabeza. El golpe sacudió todo mi cráneo; me
duele demasiado. Pero… ¿Qué está pasándome?
Amigo: ¿estás bien Gaby?
Gabriel [pensando]: Esto no está sucediendo. Un poco de agua
despabilará mis neuronas. [hablando]: Sí, estoy bien. Quiero ir a
tomar agua. [pensando]: Sería más fácil si la canilla no
estuviera tan lejos…
Amigo: Te acompaño.
Gabriel: No, en serio. Sigan jugando. Yo
estoy bien.
(Se dirige a la
canilla. En medio del campo hay un cartel. Se detiene)
Gabriel [pensando]: Si esto es una alucinación o un mal sueño, es
el más real que tuve en toda mi vida. Esto no debería estar acá. [hablando]:
¿La Distancia …?
[pensando]: Tengo que convencerme de que esto solo es un sueño.
Voy a estirar mi brazo.
(Toca el cartel)
Gabriel: Esto… Esto es… Es… REAL…
(Se desmaya de nuevo)
Priscila [pensando]: 39 grados. Mi mente no para de dar vueltas. Casi puedo sentir mis neuronas fundiéndose, alejándome de la realidad. El pasado regresa a mi alma, trayendo a mi mente recuerdos olvidados que mi memoria nunca pudo guardar. Y, sin embargo, puedo ver esos recuerdos entre la bruma del delirio en que esta fiebre me tiene prisionera.
Hace más o menos 17 años, cuando
yo era apenas una bebé, estuve muy grave. La misma fiebre de 39 grados, la
misma ausencia de otros síntomas, el mismo desconcierto de los médicos. Y el
mismo delirio. Fueron cinco días en que me debatí entre la vida y la muerte,
con toda la escasa fuerza que una recién nacida puede usar. Mis padres sufrieron
mucho aquella vez. Ahora el viejo temor volvió a la luz, y tienen miedo. Todos
tenemos miedo.
Si sólo pudiera confiarle mis
temores a alguien… Si él estuviera acá conmigo… Florián. ¿Dónde estarás ahora?
¿Qué estás haciendo mientras la línea de mercurio de mi termómetro se detiene
en el número 39 una vez más? Tal vez estés con esa arpía que tanto mal te hace.
Por favor Florián, no estés más con ella. Por favor. Ella jamás podrá quererte
de la manera que yo te quiero. Florián. Florián. Un mundo nos separa. Un mundo…
(Se levanta de la cama y nota
que todo cambió a su alrededor)
Priscila [pensando]:
La fiebre… Puedo sentir cómo desaparece. Me siento bien, después de un día y
medio de padecimiento.
(Sale de la habitación. Busca
a su mamá en la cocina).
Priscila: ¿Ma? ¿Dónde estás? ¿Maite? [pensando]:
Mi mamá no saldría, con el estado de nerviosismo que tenía por mi salud. Mi
hermana mayor estaba deprimida, ¿Cómo podría decidirse a salir?
(Camina hasta salir de su casa. Toma una flor
extraña y la huele. En el jardín, un extraño ser la mira)
Tujmeh: ¡Pequeña viajera! ¡Volvemos a vernos!
¡Odrugkaet alnhe!
Priscila [pensando]: No puede ser real. No puede…
(Se aterroriza y entra
corriendo a su casa)
Relator: A pesar del miedo que la invade,
Priscila sabe en el fondo que fue algo demasiado real para ser un delirio…
(Alena caminando por la calle. Va vestida de negro)
Alena [pensamiento]: Mi corazón llora. Sonará extraño,
pero me acompaña la soledad. El paso del tiempo se acaba de llevar a la persona
que más quise en todo el universo. Las hojas de los árboles se agitan con el
viento, y yo casi puedo escuchar como se ríen de mi desgracia.
En la casa funeraria solo habían tres personas,
aparte de mí. Sus amigos. Los dulces ancianos con los que él jugaba al truco.
Abuelo. Cuantas cosas me enseñaste. Cuántas
cosas nos faltó hacer.
(Entra en su casa. Se
encuentra con su mamá)
Alena: Hola mamá.
Mamá de Alena
(Griselda): ¿Qué
hacés acá? ¿No te quedaste al entierro?
Alena: Va a empezar en dos horas. Los
amigos del abuelo se iban a quedar con él mientras yo me venía a bañar y a
despejarme un poco. Pero en realidad acepté el consejo de ellos para pedirte
que vengas conmigo…
Griselda: No. Y no le digas «abuelo».
Alena: Es mi abuelo…
Griselda: ¿Qué hizo ese hombre para ser tu
abuelo? Tuvo un hijo que nos abandonó.
Alena: ¡Entonces hacelo por mí aunque sea!
¿No ves que estoy triste, mamá?
Griselda: ¡Lo que no veo es cómo podías
querer a ese hombre!
Alena: ¡Lo quiero! ¡Porque era bueno y
porque me quería!
Griselda: Igual que tu padre. “Me quería”
hasta que se fue.
Alena: Tuvo sus razones para irse.
Griselda: Ah, ¿si? ¡Con que el viejo te lavó
la cabeza! ¿Y qué razones tenía? Dale, decime lo que inventó tu querido abuelo.
(Alena se queda
callada)
Griselda: ¿Ves? Se fue porque era el peor
tipo del mundo. Una basura.
(Alena no responde. Una
lágrima corre por su mejilla)
Griselda: Ahora permiso. Me voy a la
verdulería. Y no quiero que se vuelva hablar de este tema en mi casa. (Sale)
Alena [pensando]: Querido abuelo. Me dijiste que cuando yo
estuviera lista me ibas a hablar más de mi papá. ¿Por qué te tuviste que ir
antes…?
(Doctor revisando la cabeza de Gabriel. Un Amigo de Gabriel está con ellos)
Doctor: ¡Qué golpazo te diste pibe!
Gabriel: Me duele un montón.
Doctor: Y sí, tenés muy inflamado ahí.
(Se asoma el Director)
Director: Ya llamamos a tu casa. Tu papá ya
está viniendo.
Gabriel: Gracias, dire.
Doctor: Bueno, por ahora ponete hielo.
Cuando te vengan a buscar te vas a hacer una radiografía, por las dudas. Igual
no parece nada serio, en tres o cuatro días te desaparece el chichón y ya estás
como nuevo.
Amigo de Gabriel: Emm, doctor, ¿Y los desmayos que
tuvo? ¿A qué se debe?
Doctor: El primer desmayo fue producto de
la fuerza del impacto. Después, al levantarse, el aturdimiento mezclado con la
pérdida de minerales que se produce al correr hizo que el cerebro tuviera un
apagón repentino. Igual, ya les digo, no hay de qué preocuparse. Ahora tenés
las neuronas reacomodadas. Queda eliminar la inflamación, nada más.
Amigo de Gabriel: Che, ya vengo. Voy… al baño.
(Sale).
Gabriel: ¿Doctor? No le iba a contar esto,
pero aprovecho que se fue mi amigo para decirle…
Doctor: Sí claro, decime…
Gabriel: Bueno… Cuando desperté después de
desmayarme por primera vez, veía de una forma extraña a las personas que me
rodeaban… Parecía que podía ver sus huesos. Lo más extraño es que no parecía un
sueño. Es decir, cuando estamos despiertos recordamos los sueños como algo
confuso, y así nos damos cuenta cuáles de nuestros recuerdos son oníricos… Pero
esto que le cuento no… Esto parecía muy real… Y cuando me desmayé por segunda
vez, fue porque me di cuenta de que no estaba soñando.
(El médico lo mira,
sonriente)
Doctor: Hielo… Nada más que hielo…
(Habitación de Priscila. Entra la madre con una bandeja)
Madre de Priscila
(Carolina): Buenos
días Pris… Te traje un té…
Priscila: Hola ma. Buen día.
Carolina: ¿Cómo estás hoy? ¿Mejor?
Priscila: Mucho mejor. Mirá (Le da el termómetro).
Carolina: ¡Treinta y siete! ¡Qué bueno mi
amor!
Priscila: Sí… Por suerte… Creo que ya se me
pasó del todo.
Carolina: Mmm… Igual vamos a ir al médico por
las dudas… Ayer no te llevamos porque no quisiste, pero hoy nos vamos a poner
más firmes.
Priscila: Está bien ma… Ayer tuve un sueño
feo y me sentía muy débil. Hoy ya estoy mejor, y no me voy a oponer.
Carolina: Mejor así. ¿Qué soñaste?
Priscila: Soñé que salía al jardín y había un
hombre rarísimo que me saludaba… Lo peor era que fue tan real… Como si lo est—
(Desde fuera, el papá
de Priscila la interrumpe)
Papá de Priscila: ¡Ya llegué, mis mujeres!
Priscila: ¡Hola papi!
Carolina: ¡Hola amor! ¡En un rato voy!
Priscila: ¿Y Maite cómo está?
Carolina: Cada vez peor. Tiene esos arranques
de depresión horribles que me desesperan. Desde ayer a la tarde que no sale del
cuarto para nada… Hoy te llevamos a vos, pero si mañana tu hermana sigue así,
la vamos a tener que llevar a ella también.
Priscila: Vos y papá deben estar re
estresados. Sus dos hijas en cama, una con una fiebre extraña y la mayor
deprimida sin razón…
Carolina: Por lo menos ya estás mejor. Un
poco menos de preocupación.
Priscila: Yo diría que ya estoy curada. El
lunes ya voy a poder ir al cole.
Carolina: ¿Sabés algo de tus amigas? ¿Te
comunicaste con ellas?
Priscila: Muy poco. Me contaron que un
compañero se dio un golpazo jugando al fútbol y ahora está en cama, como yo.
Carolina: Pobre. ¿Quién es?
Priscila: No lo conocés. Se llama Gabriel.
(Cementerio. Alena
frente a la lápida de su abuelo. Está sola. Se arrodilla y deja una flor
extraña en la tumba. Se va)
(Habitación de la
hermana de Priscila. Entra Carolina)
Carolina: Hola Maite… ¿Puedo pasar?
(Maitena no responde)
Carolina: ¿Seguís tristona hija? ¿Qué te pasó
para que estés así?
Maitena: Dejame sola mamá. Por favor.
Carolina: Dale nena…Alegrate un poco. ¿Por
qué no salís al sol un rato? Por ahí te hace bien.
(Maitena no responde)
Carolina: Pris ya está bien. Igual la vamos a
llevar al hospital, ¿si? ¿Puedo confiar en que vas a cuidar la casa?
Maitena: Sí.
Carolina: Bueno. (Se va)
Maitena [pensamiento]: Acá estoy,
una vez más. Invadida por una tristeza que no puedo entender, pero que no puedo
evitar. Una tristeza gris que me aísla de todos, me retrae y no me deja salir
de la oscuridad en la que está envuelto mi corazón. ¿Por qué lloro? ¿Por qué
estoy tan triste? Mis padres no pueden saberlo. Yo tampoco. No tengo motivos
para estar así, tan triste. Pero es inevitable. Por momentos siento que esto es
obra de mi habitación. De las paredes que me hipnotizan. De las ventanas, que
dejan pasar el aire frío que congela los sentimientos de mi alma. Y lo que es
peor, a medida que me voy hundiendo en este mar de tristeza, más me cuesta
salir de mi cuarto; aún sabiendo que son estas paredes las que me tienen así.
Al menos, eso creo.
Otra vez el nudo en la garganta. Ya siento las
lágrimas llegando… Si esto sigue así, creo que voy a pedir un cambio de
habitación…
(La hermana de Gabriel
pintando. En la tele hay un programa infantil. Va a buscar a su hermano)
Hermana de Gabriel
(Tamara): ¡Gaby!
Gabriel: ¿Pasó algo, Tamy?
Tamara: Te hice este dibujo.
(Le da el papel a
Gabriel)
Gabriel: ¡Qué lindo! ¿Este soy yo?
Tamara: Si, el que tiene el chichón
gigante. Y esta soy yo.
Gabriel: ¡Qué bien que dibujás!
Tamara: ¡Te quiero mucho…!
Relator: Pequeños momentos entre hermanos…
Relator: En algún lugar, un hombre se acaba
de enterar de la muerte del abuelo de Alena…
Oscar Samaniego: ¿El viejo tramposo murió?
Imposible… ¡No puede morir! ¡Yo tenía la misión de matarlo! ¡Mi Dios me lo
encomendó personalmente! (Mira una foto)
Maldito enemigo tramposo… Mi Dios me prometió que si yo te mataba me iba a dar
el don de entrar a ese mundo otra vez… ¡A ese mundo del que me echaste! Pero me
voy a vengar… ¡Voy a marcarte del mismo modo que vos me marcaste a mi! (Se da vuelta) ¿Estás ahí? ¡Te
presiento! ¡Me estás observando! (Grita.
Agarra la silla en donde estaba sentado y la lanza contra una pared). No.
Me tengo que calmar. Tomar una pastilla… Pero no puedo quedarme con los brazos
cruzados. Debo vengarme de alguna manera…
Por supuesto… Su nieta.
La hermosa Alena.
(Alena en La Distancia )
Alena [pensando]: Abuelo. Ahora nadie va a hablar conmigo sobre
este mundo paralelo. Vos fuiste el que me enseñó todo lo que yo necesitaba
saber sobre esto. Sobre La
Distancia.
(Campo de deportes.
Gabriel)
Gabriel [pensando]: ¿Alucinación? ¿Impacto de neuronas? No lo
creo. Eso que viví en este campo de deportes no fue un invento de mi mente.
Estoy convencido de que fue muy real. Ese cartel… Cuando lo toqué, pude sentir
el frío del metal, el olor del óxido y el paso del tiempo en su superficie. Eso
me reveló que no fue un sueño. Sin embargo, no puedo entender qué pasó. Si
pudiera ver esa señal otra vez… Si pudiera volver a sentir el aire perfumado
que había en el ambiente…
(Se acuesta en el
pasto y cierra sus ojos. Se produce El Cambio)
Gabriel [pensando]: Universos de tierra y agua…
(Abre los ojos y nota
que está en La Distancia )
Gabriel [pensando]: Lo conseguí. A pesar de que todo es similar,
siento que estoy en un lugar distinto. Pequeños cambios me hacen pensar que me
encuentro en una imitación de la realidad. Tal vez me esté volviendo loco. Necesito
una prueba.
(Corta unas flores
extrañas)
Gabriel [pensando]: Bien. Estas flores me darán la pauta que estoy
buscando. Ahora, ¿Cómo vuelvo a la normalidad…?
(Cierra los ojos, se
lleva la mano al pecho y se produce El Cambio)
Gabriel [pensando]: Creo que ya estoy aprendiendo…
(Todavía tiene las
flores en la mano. Las mira, complacido)
Gabriel: Increíble, pero real. Ahora sé que…
(Lo interrumpe el
timbre del colegio)
Gabriel: ¿Ya es la hora? ¡No puede ser!
(Guarda las flores en
su mochila y se dirige corriendo al edificio)
(Priscila en el curso)
Priscila [pensando]: Cuarenta minutos más y me voy a mi casa. El
día fue largo y todavía me siento mareada, pero mi cuerpo lo resistió
perfectamente.
Compañera de curso: Che, Pris, ¿querés lo que hicimos
la semana pasada? Así mañana no tenés problemas con los profes…
Priscila: Sí, gracias.
Profesor Allende: A ver, chicos, hagan silencio un
ratito. La semana que viene vamos a tener una evaluación.
Compañero de curso: ¿Sobre qué, profe?
Allende: Ahora les dicto los temas. Saquen
sus libretas.
(Gabriel, apurado,
saca su libreta y sobre la mesa caen las flores. Priscila las ve, y también
Allende)
Priscila [pensando]: Esas flores… Las reconozco de mi sueño. Y, por
lo visto, el profesor Allende también las reconoce.
Allende: ¿Dónde encontraste esas flores?
Gabriel: Por ahí… ¿Por?
Allende: Esas flores no se consiguen en
cualquier lugar.
Gabriel: Estaban en… el campo de deportes…
Allende: ¿Cerca del cartel?
Gabriel: El que dice «La Distancia »
Allende (bajando
la voz): ¡Tenés El Don! ¡No lo puedo creer!
Gabriel: ¿El… Don…?
Allende: ¿Podés quedarte un rato después de
que termine la hora? Me gustaría hablar sobre esto…
Gabriel: Claro, no hay problema.
Allende: Bien. (Alzando la voz) Señores padres…
Relator: Veinte minutos más tarde…
Priscila: Hola.
Gabriel: Hola… Aunque ya es un poco tarde…
Priscila: Ya sé. Y sé que vos y yo nunca
hablamos, pero quería preguntarte por las flores.
Gabriel: No las regalo, si eso es…
Priscila: No no no no, no es eso. Escuché
algo de lo que hablaste con Allende. Él dijo que no se encuentran en cualquier
lado, pero yo las encontré en un sueño que tuve.
Gabriel: ¿Un sueño?
Priscila: No sé si fue un sueño. Parecía tan
real…
Gabriel: Igual que yo… Creo que tenés que
quedarte después de clases. Allende nos puede explicar qué es todo esto.
(Alena en La Distancia )
Alena [pensando]: Mi primera pregunta fue «Qué es La Distancia ».
Me dijiste que se trataba de otro mundo, en otra galaxia, tal vez hasta en otro
universo. Me explicaste que solo unos pocos afortunados pueden entrar acá.
También me enseñaste que pasar desde nuestro mundo hacia este se llama “despertar”.
(Salón de clases.
Gabriel, Priscila y Allende)
Gabriel: …y vi ese cartel que dice “La Distancia ”. Después,
volví al mundo real.
Allende: Los dos mundos son reales. A este
mundo se le llama “casa”, porque es donde vivimos.
Priscila: Ya le contamos nuestras historias.
Ahora quisiera saber sobre usted.
Gabriel: ¿Usted tiene El Don?
Allende: Sí. Pero hace mucho tiempo que no
Despierto.
Priscila: ¿Por qué?
Allende: Yo tenía un compañero con el que
pasábamos días enteros allá. Pero una vez fuimos a una ciudad del sur. Una
ciudad tan horrible que decidí olvidarme de vivir peligros y aventuras.
Gabriel: ¿Ciudad? ¿Hay gente en ese mundo?
Allende: Claro que sí. Aunque difieren con
los humanos en la apariencia… Eso Priscila lo sabe bien.
Priscila: Es decir… Que ese monstruo que vi…
¿Era un habitante?
Allende: Exacto.
Alena [pensando]: Fuiste vos el que me enseñó el idioma de los
habitantes. Por lo menos el que hablan los del norte… Voy a respetar la orden
que siempre me reiteraba: “No vayas al
sur hasta que estés lista”. Espero estarlo algún día… Aunque sin un mentor
será difícil…
Gabriel: Todavía hay algo que no entiendo.
Allende: ¿Qué?
Gabriel: Si entrar en La Distancia es
transportarse a otro mundo, ¿cómo es posible que mis amigos me hayan visto y yo
a ellos? Hasta pude hablarles.
Allende: Esas son cosas que ya no pensaba
recordar nunca. Te lo voy a explicar lo más sencillo posible. Nadie sabe
exactamente cómo es el mecanismo del Don. Por eso, todo lo que te explique
ahora van a ser teorías y deducciones. Se dice que la esencia de una persona no
podría soportar un cambio tan grande si lo hiciera sin previo aviso. Por eso,
la primera vez nos trasladamos parcialmente, para no desintegrar nuestro ser.
Gabriel: Eso explica que yo pudiera hablar
con mis amigos estando en La
Distancia , pero, ¿cómo se explica que yo viera sus
esqueletos?
Allende: Es que tu esencia estaba dividida.
La parte de vos que quedó en Casa podía ver el interior de las personas. La
parte que estaba en el otro mundo hubiera dejado ver tu interior a cualquier
habitante, si alguno te hubiera visto.
Priscila: ¿Y qué pasó conmigo entonces? Yo
Desperté totalmente.
Gabriel: Es verdad. Ella tendría que haber
visto a su mamá, y sin embargo no encontró a nadie. Se trasladó su esencia
completa.
Allende: Por ahí ya habías entrado cuando
eras más chica. ¿Nunca tuviste esa fiebre extraña antes…?
Alena [pensando]: El sol es más frío acá. Más crudo.
Cuando la luna aparece de día recuerdo ese poema del viejo habitante, ese
alquimista. [hablando]:
Quiso el Sol enamorar
a la Luna ,
Y siguió su estela por
el infinito cielo.
«Acércate hermosa dama
y admira mi valor,
no huyas de mi lado ni
desoigas mi voz.»
«Luna reina de la
noche soy yo,
y oscuridad y silencio
ofrezco al amor.»
«Ámame, entonces, Luna
deseada,
dulce almíbar de mi
amargo penar.»
«Te amaré sin duda,
Sol dichoso,
oportuno consuelo a mi
eterno vagar.»
[pensando]: Alguien vendrá.
Allende: ¿Saben, chicos? No tiene sentido
que se queden acá. Tienen un Don, se conocen y tienen plenitud física. No
deberían estar escuchando conocimientos teóricos de alguien tan desactualizado.
Priscila: Profesor, usted es el único que
conoce La Distancia. Tal
vez, si volviera a entrar…
Allende: No. Esa no es la solución. ¿Se
acuerdan del compañero que les conté que tuve?
Gabriel: Sí.
Allende: Hace unos días falleció; pero tiene
una nieta de la edad de ustedes, y aprendió todo lo que mi compañero sabía. Es
a ella a quien tienen que recurrir. Se llama Alena.
Priscila: ¿Y dónde podríamos encontrarla?
Allende: ¿Conocen la plaza Edén? Su
equivalente en La Distancia
es un parque lleno de árboles y caminos… Deberían buscarla ahí.
Gabriel: ¿Pris, vamos ahora? La plaza está a
ocho cuadras.
Priscila: Claro. Caminar me va a hacer bien,
supongo.
Gabriel: Gracias por todo profe. Después le
contamos como nos fue.
(Gabriel y Priscila
salen)
Allende: Suerte, chicos…
Relator: Durante la caminata, ninguno de los
dos habló. Sus mentes habían recibido mucha información llena de elementos
fantásticos. Necesitaban tiempo para asimilarla.
(Llegan a la plaza)
Priscila: Bueno, acá estamos. Todo esto se
parece demasiado a una locura, no?
Gabriel: Sí, pero no te olvides de que es
real. ¿Estás lista para Despertar?
Priscila: Voy a necesitar tu ayuda. No sé
como hacerlo concientemente.
Gabriel: No creas que soy un experto.
(Le toma las manos.
Ambos cierran sus ojos. Despiertan)
Priscila: ¡Funcionó!
Gabriel: ¡Sí! Ahora tendríamos que buscar a
esta chica… ¿Cómo se llamaba?
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